Puedo entonces divagar sin ser vista, subastar mis pensamientos como una maga a punto de ser incinerada. Puedo decir lo que se me antoje sin temor a perderme en los túneles oscuros de los vientos vacíos. Puedo proliferar las letras como cántaros cerrados que fluyen eternamente en las cascadas escondidas de los bosques de acero. Me puedo inventar y soy feliz de hacerlo, como un murmullo paralizante, una terapia, un genocidio, una forma de verlos a todos sin ver a nadie y de verme sin ser vista por otros, me enredo con mis trenzas y vuelvo a empezar, quizás no bailo, quizás es cierto, quizás...
Tres párrafos de Felisberto Hernández
“ Celina no siempre entra en el recuerdo como entraba por la puerta de su sala: a veces entra estando ya sentada al costado del piano o en el momento de encender la lámpara. Yo mismo, con mis ojos de ahora no la recuerdo: yo recuerdo los ojos que en aquel tiempo la miraban; aquellos ojos le transmiten a éstos sus imágenes, y también transmiten el sentimiento en que se mueven las imágenes. En ese sentimiento hay un ternura original. Los ojos del niño están asombrados pero no miran con fijeza. Celina tan pronto traza un movimiento como termina de hacerlo; pero esos movimientos no rozan ningún aire en ningún espacio: son movimientos de ojos que recuerdan”. “ Ahora han pasados unos instantes en que la imaginación, como insecto de la noche, ha salido de la sala para recordar los gustos del verano y ha volado distancias que ni el vértigo ni la noche conocen. Pero la imaginación tampoco sabe quién es la noche, quién elige dentro de ella lugares del paisaje, donde un cavador da vue...
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