ahora sí que entiendo todo
busco ciegamente el rostro tibio de Julieta
sus ojos
gastados de memoria
brillan con su luz angelical del mediodía
y yo siento
las manos heridas desde que nací
ella se derrama
sobre mis pensamientos,
la imagino parada
sobre una colina azul
triunfante, vencedora
con un vestido blanco como de romana
con corona dorada y sandalias de cuero
ella es
la mejor parte de mí
que ni siquiera conozco
porque ella
es capaz de esperar
muchos años, incluso siglos
a que regreses (sabe que regresas)
porque extraña tus brazos que la esperarán siempre
en cambio yo
con mis dos pesos en el bolsillo
tengo como único capital
sueños que nunca se van a cumplir
y si soy
una porteña triste, pobre y solitaria
pensé que así te gustaba
paranoica, ilusa, impulsiva,
y apasionada
pero no. Te gusta ella.
Mi amor no fue suficiente.
Y lo entiendo.
Hay que atreverse a amar a alguien así
-con el romanticismo hondo de la simplicidad-
como yo, que soy un águila silvestre
aunque me falte la montaña
El punto es que
de nuevo, de nuevo se repite
como un círculo inútil
casi casi
como un ritual,
y yo grito: Julieta!
Pero ella no acude. No está.
y vos te fuiste
y yo sigo acá
armándome un tabaco
escribiendo, pensando
para qué por qué
el amor es tan extraño tan
necesario
quizás
tenés razón
y no eran peces de colores
los que vagaban por las aguas
era sólo
el blues hermano
de la soledad
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