domingo, 14 de octubre de 2018

la mañana

un gato maulló, un gallo cantó, una paloma se posó sobre el cable de luz de la esquina y emitió su gorjeo, que parecía más bien un lamento absurdo y triste pero que en realidad, era un anuncio natural, como el de todas las mañanas, a la misma hora. El día apresurado, comenzó a elevarse. En lo alto, estallaba el sol y el pronóstico anunciaba una subida en la sensación térmica para el mediodía. Ella estiró los brazos, desenfundó la cama, subió la persiana y salió al jardín. Algunas flores, silenciosas, temblaban con el viento. El cielo se abría como un espectáculo de luz. -qué extraña es la mañana, dijo porque sí, mientras hervía agua para el mate y preparaba una bolsa para ir al chino a comprar pan y mermelada. Una canción de moda sonaba en la radio de algún vecino, un reggaetón o una salsa, algo movido. Nadie, pero nadie, absolutamente nadie, es tan inhumano como para no saber disfrutar las mañanas como ésta, pensó luego. Pero también pensó que aquélla no era solamente una mañana sino un augurio de algo más, que aún estaba por definirse. ¿Qué sería?. Pero de pronto, la sombra de un animal enorme irrumpió en el rincón más profundo de la cocina, formando una proyección fantasmal y temible, que duró apenas unos segundos en los que nadie gritó. La radio del vecino dejó de sonar y la temperatura ascendió dos grados y nadie fue al chino a comprar, y el agua para el mate hirvió y ella no tuvo tiempo de apagar el fuego y nunca más volvió a salir de su casa y la mañana siguió, clara y terrible, y transparente, por ese día, y por todos los días siguientes, y por muchos, muchos años más. 
 

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