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domingo

De nuevo, lo de siempre. Todos mis domingos son iguales. Este instinto desolador de tenerte, y cuando te tengo, de rechazarte. No quiero tu amor normal. Tu amor de palabras vanas. No quiero tu amor de sesión de terapia, tu amor primaveral. No quiero tu amor predecible, tu simple amor. Tu amor ordenado, que cabe en mi ropero. Me duele la simpleza de las cosas. Me angustia que te angustie mi dolor. Me duele entregarte mi herida de a poco. Y que quieras cuidarla, pero aunque lo intentes, que no sepas. Me duele este impulso irrefrenable de escribir. Me duele el silencio en el que surgen las palabras. Me duele más o igual que los domingos. Pienso en si serán así de terribles mis domingos en Granada. Pienso en la soledad todos los días. Pienso en mi soledad de niña. Pienso que la soledad es lo mismo que escribir. Pienso viajar a Europa y volver y dedicarme únicamente a lo que me gusta. Es decir, a ésto. Es decir, a no decir nada. Es difícil explicarlo. Como si hablara en diferido. No sé cómo...

Los boleros y el "tú"

Ódiame Bésame Mátame Perdóname Olvídame Ámame Quiéreme Escúchame Abrázame Tómame Desgárrame Siénteme En los boleros, lo más importante es el "tú". Ni el inmenso YO ni el cálido "nosotros", ni el acusador "ellos". ¿Qué es un bolero, y tú me lo preguntas? Un bolero... un bolero eres tú.
No es necesario darle tantas vueltas a las cosas. A veces solamente es un fin. Y está bien que así sea. Así soy. Así vivo. De punto en punto, de final en final. Y soy capaz de asumirlo, tranquilamente. Haciéndolo totalmente parte de mí. Me siento ajena a ese mundo vacío de contenido, de palabras. Tan distinta. Ni mejor, ni peor. Sólo distinta, como si no encajara. Como si no fuese a ser nunca lo que esperan de mí. Y es muy terrible la sensación no estar nunca a la altura, no llegar jamás, de verlos en silencio, mirándome sin verme, sin decir nada, ese silencio terrible de mil palabras estúpidas, ríos conceptuales con vertientes conocidas y estudiadas, con párrafos predeterminados, como un check-list de palabras que "hay que decir". ¡Qué absurdo! Ellos no vivieron nada, no conocen la sed, la muerte. La desesperación. Eso es lo que te cambia la vida en el fondo: estar desesperado. Una no mira el mundo con los mismos ojos después de tener en brazos el cuerpo frío de tu abuelo, d...

Piel

Cierro y abro de nuevo los ojos. Releo el mensaje una y otra vez. Es ella. Siempre es ella la que le escribe. Aparecen los síntomas que ya conozco de memoria: taquicardia, sudor en las manos. El cuerpo tenso, el intestino contraído, la conciencia nublada. Vuelvo a pensar que nada de mí le alcanza, nada es suficiente. Me siento inútil, vacía. Le pregunto qué quiere de mí pero él dice que me quiere. Su respuesta no me gusta, preferiría que no me quisiera, que me expresara anticipadamente lo que tarde o temprano va a pasar: dejará de quererme. Se irá lejos, muy lejos. Se me viene a la mente la poesía de Bécquer sobre las golondrinas: "Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres.... ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar y otra vez a la tarde ...

bluebirds fly

 Banco mucho dejar de pertenecer. Los cambios bruscos. Hacer lo contrario a lo que los demás esperan. Decir que no.  Decepcionar. Los reproches. Las miradas de ojos salados. Que me pregunten por qué y no responder. No decir nada. Otorgarles el mejor de los privilegios: el de la imaginación. Dejar que se preocupen, se asusten, fantaseen. Que saquen conclusiones que ni siquiera entienden.  "Por eso soy feliz adentro y afuera"

Devórame otra vez

 Todos los sábados por la noche, la misma historia. Desesperada, inútilmente te busco: en el humo frío de los escenarios, en el incierto tembladeral de luces, en las piezas retorcidas de las cuerdas que no logro descifrar.  Pienso en vos en las esperas eternas en las barras, en la fila del baño, mientras la música vuelve. En todas las canciones, en algún lugar estás. Pero siempre lejos de mí, perdiéndote. Mis amigos me hablan pero yo no sé qué dicen. No me interesa. Entro a las redes, miro las fotos felices y no me importan en absoluto. Solamente vos estás en mi cabeza, en mi columna, en todos mis huesos. Sólo vos estás atravesado acá, en la piel, en la garganta. Tus ojos fijos mirándome. Tus ojos para siempre. No existe otra cosa, no tengo otra cosa, nada más el recuerdo de tus ojos en los míos enseñándome el amor. Tus dos ojos contra el mundo... Y es tan terrible el mundo...

Orión

Subiendo hasta el final de la escalera, en medio de la terraza rojiza y vacía de plantas, el cielo se abre en su eterno umbral sin fondo. Ubicando las "tres marías", se pueden divisar todas las demás: Betelgeuse, Bellatrix, Marte, Júpiter, Polux, Castor... hasta formar la constelación de Orión completa, con su cinturón y todo, peleando contra el toro junto con sus dos perritos protectores. Y así, con los ojos abiertos frente a la infinitud de estrellas, cayó como un rayo sobre mí la certeza de que estaba inevitablemente condenada.  No había forma de escapar de mi destino: recordar sus ojos para siempre cada vez que mirara esa lucecitas pequeñas y lejanas, cada vez que de pronto, se apareciera la luna encima de mí, cada vez que sin querer, mirara el cielo de noche, en el campo o en la ciudad, en esta ciudad o en otra, o en otro país, o en otro continente. Para siempre lo vería, para siempre las estrellas van a tener sus ojos y su risa, para siempre voy a escuchar su voz en cad...