jueves, 28 de agosto de 2014

El invierno

El invierno se ha teñido de sus sombras,
sólo la escoba vieja barre con su sonido
de polvo, de trabajo para nadie,
en la amargura de sentirse herida,
sin que nadie la comprenda. 
Tiembla sin hojas el árbol herido
acostumbrado a la belleza
de su ser puesto en ramas
de su soltura solemne y milenaria
testigo de los siglos del pasado.

El invierno es el vacío solitario
de los espejos que ya no reflejan
de los relojes que ya no funcionan
del cielo gris que se torna pesado
con las horas que se arrastran en suplicio
como rogando ser llevadas a otro tiempo.

Tengo el círculo de la cabeza oxidado
cubierto de rejas yuxtapuestas 
que me cierran el paso a las ideas
y el delirio fatal de la ventana
es uno en el paisaje de mi tierra.

No es el llanto, es la risa lo que extraño
es el canto de las estrellas cuando no puedo dormir
es el silbido sigiloso de la noche
es el patio colmado de luna
son los grillos que murmuran su canto
su hueco de aire y marfil, su tumba.

Todo se muere en invierno y renace luego
como en un eterno rito
y yo me voy dibujando de a poco poco
saltando entre recuerdos y racimos.






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