martes, 21 de octubre de 2014

el lenguaje

El lenguaje es el mayor de todos los idiomas. Es el tiempo de todos los pájaros, es el alcance de todas las cosas. El lenguaje es libre. Es la más libertaria de las artes y por eso, la más bella y sublime.
No tiene límites, ni censura, ni anhelos incumplibles, ni reglas físicas, ni espacio.
Es el templo de los niños, el corazón sangrado de los seres, el sonido del mar está hecho de lenguaje.


El lenguaje nació para mi una noche de verano profundo en el centro de la ciudad de San Bernardo, que está situada en las costas del Mar Argentino. Antes de la cena, me llevaron de paseo a un parque de juegos infantiles y -supongo que por decisión mía-, me encontré de pronto montada sobre un largo y precioso cisne de mármol. Era un cisne blanco, enorme, y tan bello y bien formado como si fuese de verdad, a pesar de que nunca había visto uno. Su cuello con forma de ese, se erguía con una elegancia irrepetible, su cabeza de pato miraba serenamente al frente, pálida e inmóvil. Yo estaba sentada justo detrás de él, donde estaría su lomo, en un asiento para niñas pequeñas y me abrazaba a su delgado cuello, segura de quererlo. El cisne solamente daba vueltas eternas sobre una laguna artificial, en donde había otros cisnes y pequeñas imitaciones de juncos y plantas flotantes. Todos girábamos, los cisnes y yo, en un círculo rítmico y monótono que entonces comprendí que era como una danza secreta e invisible para los adultos. Sé que era de noche porque recuerdo el tímido reflejo de la luna sobre la superficie del agua.
Yo tendría apenas cinco años. Y estaba en ese lugar sola, alejada del sonido, en una laguna artificial, sobre un cisne y con abundante vegetación que yo sabía que era de mentira. Y sin embargo, hubo de pronto allí algo de verdad, porque advertí que todo ese mundo empezó a girar más rápidamente hasta cobrar vida y fue entonces como si estuviese sumergida dentro de un cuento todo de cisnes, maravilloso. Advertí de pronto, que mi ave amiga comenzó a moverse, a sacudir sus delicadas plumas y a llevarme por toda la laguna a su antojo, y los demás cisnes de repente nos miraban y nos acompañaban divertidos y algunos incluso desplegaban sus pequeñas alitas y volaban directamente hacia la noche. Yo comprendí que era la reina de los cisnes, era la invitada en aquella hermosa laguna que era cada vez más grande y más profunda y tenia la certeza de que la danza de los cisnes jamás terminaría.
Cuando fue el final del juego, comprendí que ya era una adulta. Porque fue en ese momento, en que nació para mi el lenguaje, cuando quise describir luego a los adultos la sensación maravillosa que había vivido girando en la laguna, y me di cuenta de que no encontraba las palabras, que éstas se me escurrían entre mi cabeza y mi garganta, que no me alcanzaban los gestos, los sonidos, la boca. Era la realidad, certera y despiadada: yo no sabía dominar el lenguaje.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario