Tarde
Cómo no describir el celeste del
cielo repleto de estrellitas que bailan y se desplazan al compás de tus
pupilas. Cómo no querer abrir de par en par la ventana y dejar pasar el aire
hasta deshacer las raíces de mis pensamientos. Cómo no contemplar descalza este
sol de la tarde que rueda sobre un cielo diáfano y prolífico de nubes. Cómo no
extraer de vuelta la risa olvidada en el fondo de la garganta para acordarme
que alguna vez sí fui feliz. Cómo no desabrocharme los ojos para mirar el
horizonte que se oculta detrás de todos esos edificios. Cómo no agarrar un
pincel y teñirlo todo de violeta. Y reír. Cómo no sentirme atravesada por la
luz radiante que se enciende cada vez que respiro. Y que no se apagará nunca.
Cómo no desfilar encima de las palabras para juntarlas todas y volver a separarlas
en oración, canto, cañaveral. Cómo no pensar y recordar y sentir hasta que se
me cierren las costillas pero igual sentir y esbozar una sonrisa ligera pero que
nadie percibe. Cómo no extrañar la mano frágil que me arranca de a poco de la
esquina de la muerte. Cómo olvidar la noche secreta en que estrechamos las
manos y nuestros brazos se abrazaron envueltos
en un coro de sirenas que dibujaron la luna. Cómo no recordar las tardes alegres de primaveras
pasadas y el canto frente al río, la inmensidad del día y algún que otro
sacrificio banal. Cómo eliminar de mi mente la añoranza de un pasado que
retorna como un canto de ruiseñor. Cómo no amar de pronto y estallar de belleza
ante este mundo vacío, absurdo e insensato. Cómo no emocionarme de brazos y
huesos y dedos y falanges que me salen por el cuerpo como un árbol frondoso queriendo
abrazarlo todo. Cómo no imaginar que habrá un día en que todas las criaturas
serán azules y en vez de palabras nos saldrán flores de la boca y los ojos ya
no serán ojos sino estrellas, porque estaremos allá, del lado de la fiesta y la
de la risa.
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