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Mostrando las entradas de 2014

La cinta

La cinta estaba lista para ser usada. Abrí el compartimento donde cabía la bobina, lo cerré y apagué las luces. Todo comenzó a brillar frente a mí como en una película. Entonces lo vi todo: esas imágenes celestes se movían mientras yo, sin comprenderlas, me emocionaba. Se escuchaban risas, llantos, juegos, pero sobre todo un movimiento continuo, perpetuo, casi que mareaba. Fue entonces cuando el rollo de cinta comenzó a incendiarse. Giraba cada vez más rápido y yo no la pude parar, las imágenes continuaban, el rollo seguía se desenvolvía sin freno y comenzó entonces a producir un sonido subterráneo, escandaloso que era como un "rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr" que se iba acrecentando. El fuego no cesaba, no se extinguía y yo opté por resignarme, y comencé a ver como las imágenes movidas y vivaces que había visto hacía unos minutos, comenzaba a convertirse en hondos agujeros oscuros, con olor a cinta chamuscada, los rostros se distorcionaban, las risas se convertían en alaridos, era la...

el lenguaje

El lenguaje es el mayor de todos los idiomas. Es el tiempo de todos los pájaros, es el alcance de todas las cosas. El lenguaje es libre. Es la más libertaria de las artes y por eso, la más bella y sublime. No tiene límites, ni censura, ni anhelos incumplibles, ni reglas físicas, ni espacio. Es el templo de los niños, el corazón sangrado de los seres, el sonido del mar está hecho de lenguaje. El lenguaje nació para mi una noche de verano profundo en el centro de la ciudad de San Bernardo, que está situada en las costas del Mar Argentino. Antes de la cena, me llevaron de paseo a un parque de juegos infantiles y -supongo que por decisión mía-, me encontré de pronto montada sobre un largo y precioso cisne de mármol. Era un cisne blanco, enorme, y tan bello y bien formado como si fuese de verdad, a pesar de que nunca había visto uno. Su cuello con forma de ese, se erguía con una elegancia irrepetible, su cabeza de pato miraba serenamente al frente, pálida e inmóvil. Yo estaba sentada j...

Primavera

De pronto, del sendero han brotado  los múltiples ramos de flores lilas, verdes, rojos, naranjas, que ha traído la estación, junto al sol imponente. Es como si la naturaleza al fin pudiera desplegarse, ser más bella, más real como si no hubiese filtros, ni sombras, como si los inmensos paisajes de campo fueran solamente éstos y no aquellos otros, cuando están tristes y nublados. Los pájaros emiten su canto infaltable, lo colorean todo con su sonido. Los arbustos emergen continuamente, Y no hay animal que falte, en ningún lado. Los seres que habitamos la tierra, Los que hemos tenido la dicha de disfrutarla, amamos la vida. Porque, y no temo decirlo, Por más guerras y desastres, Por más muertes y precipicios, ¿Quién se siente sólo bajo un árbol, Ante la mirada definitiva del sol, Sintiendo la suave brisa matinal, Junto al sendero, frente a esa vida, colmada de frutos?
Atardece, los violines celestiales se chocan, se agitan, el manto rojo se revuelve, se mezcla, se funde y se confunde, se torna de rojo a naranja, de rosa a violeta, se transforma y desenvuelve en sí mismo. Es el estruendo especial de todas las luces. La tarde está cayendo, el sol está torcido.
Un hermano perdido está bailando en mi cabeza. Y todo su cuerpo, sus manos, su camisa húmeda de transpiración, me llevan al compás de esa música brillante e infinita que se cuela a través de todos nuestros sentidos, quizás fantaseando con complacernos demasiado. Él es mi sangre, es mi tesoro perdido en el país de la infancia. Es el ser que habita las praderas profundas del viento, es aquél que nace siendo sombra para convertirse en una galaxia profunda e infinita. Él existe en mi cabeza y por eso lo estoy creando, lo estoy amando sin amarlo, sin conocerlo, sin poder ponerle un rostro y apenas un nombre, "Nico". Él es la fuerza que yo no tengo, es el espacio de las sobras que fui dejando inertes en el paraíso terrenal. Me pertenece. Es un hombre y me pertenece en absoluto, me deja refugiarme en sus brazos, sus dos únicos brazos que se despliegan ante mí maravillados de tristeza y de amor y me abrazan y me besan solamente con sus ojos. Su existencia es consoladora, es reconfort...
Necesito reconciliarme otra vez con sus abrazos, sus olores, sus dientes móviles del vaso de agua, la profunda soledad de las tardes y el café tostado de las mañanas. Mis abuelos fueron un ensueño en las horas de dolor, un profundo jardín agitado de aromas en donde deseaba jugar siempre. Y he perdido con ellos la nostalgia, me he ido dando cuerda a mí misma sin pensar, suponiendo que la vida se trata de sobrevivir. Mi abuelo era un hombre tímido, cerrado, aparentemente frío pero tan dulce y cariñoso como un oso de felpa. Pasé con él hermosas tardes en las que me contaba las historias que inventaba, y que eran cortos y apasionantes policiales con rasgos psicoanalistas que yo deseaba escuchar una y otra vez y otra y otra. Mi abuelo regaba sus plantas como en un ritual magnífico, todas las mañanas, las observaba largamente, les arrancaba las hojas secas, limpiaba las verdes con un trapito anaranjado para quitarles el polvo.... ese pequeño patio era también su pequeño mundo, y yo admiraré ...
El invierno El invierno se ha teñido de sus sombras, sólo la escoba vieja barre con su sonido de polvo, de trabajo para nadie, en la amargura de sentirse herida, sin que nadie la comprenda.  Tiembla sin hojas el árbol herido acostumbrado a la belleza de su ser puesto en ramas de su soltura solemne y milenaria testigo de los siglos del pasado. El invierno es el vacío solitario de los espejos que ya no reflejan de los relojes que ya no funcionan del cielo gris que se torna pesado con las horas que se arrastran en suplicio como rogando ser llevadas a otro tiempo. Tengo el círculo de la cabeza oxidado cubierto de rejas yuxtapuestas  que me cierran el paso a las ideas y el delirio fatal de la ventana es uno en el paisaje de mi tierra. No es el llanto, es la risa lo que extraño es el canto de las estrellas cuando no puedo dormir es el silbido sigiloso de la noche es el patio colmado de luna son los grillos que murmuran su canto su hueco de aire y marfi...
África África, felina inventada, ojos de cuerda, orejas de cuna. África, sirena nocturna, minina sagrada, cabeza de luna. ¿Desde qué remotas tierras has llegado hasta aquí? ¿Por qué has venido a este mundo que no sabe quererte? ¿Te irás alguna vez? ¿Volverás a tu origen? No te vayas, princesa, no me dejes nunca. Y si debes partir, ¡lleváme con vos! ¡A no importa dónde! África, leona viajera, indiscutida reina de los tejados celestes, orbitas en la noche como una musa salada. Sombra del tiempo, suspiro de estrella, tu ronroneo solitario se convierte en orquesta. África, gata azulada, intrépido ser de sencillos placeres. Hundir mi mano en tu tibia espesura, es como acariciar un susurro de liebre. África, reinás sobre los astros, sin saberlo, los gobiernas. Con tus garras inofensivas de leona te aferrás a las frazadas como abrazándolas, y yo, te contemplo estupefacta, emocionada de tan simple belleza. Mis lágrimas serenas ...
Tarde nevada Isamel estaba sentado solo sobre un banco de mármol. El frío lo obligaba a sentarse en una sensación casi fetal, como abrazándose a sí mismo. Estaba vestido con su traje de siempre, fúnebre e impecable, con su chaqueta de algodón gris y su enorme sombrero acaudalado. No tenía guantes ni bufanda porque esas ropas no eran usadas por los hombres de su edad en esos lados y en esos tiempos. Sus típicos anteojos combinaban con su barba seca y enorme, que le cubría todo el cuello y le daba un aspecto solemne e inspirador. Ismael observaba la nieve que caía a su alrededor como si mirara una película muda. Sentía el placer egoísta de sentirse solo con la nieve, se creía dueño de aquél paisaje gris e invernal que a pesar de que lo obligaba a sentarse en las más extrañas posiciones, también le transmitía una tranquilidad profunda. Aquella mañana, Ismael había salido de su casa, decidido a hacer algo muy importante y trascendente para su vida, es decir, para todo el universo. I...
Esa noche, Luis se quedó en el hotel. Se encontraba solo por primera vez en su vida, sin ningún lugar al que ir, sin ningún bar a dónde ir a tomar esas copas eternas que lo acompañaban durante todas las noches. De forma absolutamente casual yo también me quedé sola en la habitación esa noche. Hacía mucho frío, las paredes mismas temblaban, había un viento a ráfagas feroces que todo lo cortaban y no había hecho tanto invierno en muchos años. Fue por eso, supongo yo, que Luis y yo decidimos quedarnos en el hotel, aunque estábamos en habitaciones separadas. Él estaba en la habitación número nueve y yo en la once, y la habitación diez, nunca supe por qué, estaba siempre vacía. La diez era el único lugar que se hallaba totalmente cerrado a los huéspedes, a pesar de que el resto del hotel estuviera repleto. Como contaba, esa noche fría de agosto, Luis y yo estábamos solos por primera vez en el hotel. En nuestras habitaciones, claro. Yo dudaba en invitarlo a la mía a tomar una copa o no. Él m...
Debo resignar algunas cosas si pretendo ser feliz. Simplemente, porque no puedo hacer todo lo que quisiera, puesto que para ciertas cosas tengo una férrea disciplina y para otras no me alcanzan la persistencia y el conocimiento. Quizás es muy fácil decir esto sentada en una cama cómoda y sin ninguna preocupación, quizás suene sencillo decir que se resigna a cosas importantes desde el banquillo de la comodidad. Pero no es fácil, más bien, es pesado y doloroso. Resignar una parte de mi, para siempre.  Ahora que hablé con ella, me siento viva. Reafirmo lo que dije antes: tengo que resignar ciertas cosas. Pero ahora ya no hablo desde la comodidad, hablo desde la desesperación. No voy a ser nunca la princesa encantada que creí ser, voy a conservar siempre ese dejo de melancolía, esos aires de pobreza. Quién soy? A qué estoy dispuesta? Para qué seguir?. No por mí, porque ella me necesita. Ella es la reina absoluta de mi vida, no soy yo. Y mis ganas de escribir novelas?. Esta vez voy a t...
El lirio se ha vuelto sombra sin avisar. Los juguetes fueron incendiados. Todo ha muerto menos yo. Quizás por algo estoy viva. Quizás estoy viva para poder escribir sobre todo esto. Sobre la maldita infancia que se acostumbra a torturarme, que no me deja en paz ni cuando la nombro, no me da calma. Voy a resistir por inercia, en el fondo nací cobarde. Es absurdo. No puedo escribir porque no sé qué quiero decir y si lo supiera, no sé si lo escribiría. Hacer, eso es todo.
La mañana es otra vez naranja y fresca como una fruta húmeda. El sol ha cortejado la casa, cuyas paredes se acostumbrarán siempre al silencio. La tarde está callada. Las muñecas están muertas y solamente yo desempolvo el vestido gris y comienzo a dar vueltas en el comedor que está vacío pero no lo está. Tengo el breve impulso de pensar que alguien me mira, que alguien está haciendo de mi un ángel macabro. Yo callo y esta vez cierro además los ojos. Tengo miedo y no lo tengo. El monstruo acelera su risa malvada mientras giro sin parar, ahora lo oigo gemir claramente entre los libros de la biblioteca. No voy a mentirme, lo quiero, quiero que haga de mi esa presa que aún no soy, que me enseñe lo que es el dolor, lo que es la humillación, lo que es el silencio. Pero él se va y me quedo sola todavía girando. No hay jazmines en las macetas, solamente polvo, papel, olvido. Esas tardes melancólicas que podrían ocurrir en miles de lugares, tuvieron lugar para mi en un departamento. Y uno simple...
Hoy me arrepentí de haberme despertado. Escuché otra vez las voces inquietas de mis vecinos acariciándome el oído con murmullos cada vez más fuertes. Sin embargo, ha sido una mañana clara y tranquila. El sol es hoy rosado y no hay ninguna nube. El día parece infinito desde mi ventana. Lo veo nacer como una corola de espuma y pienso. Es agradable el mate a la mañana, los libros, las noticias. La mañana tiene algo de infinito que no puedo explicar, es como si cada mañana fuera diferente, a diferencia de las tardes que son siempre las mismas y a diferencia de las noches, que se pierden entre los pensamientos. Esta mañana es fresca pero no fría, y es sutilmente alegre. Me gusta. La disfruto en soledad, egoístamente. Quiero pensarla, quiero atravesarla, quiero hacer de esta mañana, una mañana distinta pero no encuentro cómo. Esa constante voluntad de intervenir que me penetra el alma, esa percepción infinita que me alienta a seguir. Y entonces, quién soy? Para qué escribir novelas? No lo sé...
Puedo entonces divagar sin ser vista, subastar mis pensamientos como una maga a punto de ser incinerada. Puedo decir lo que se me antoje sin temor a perderme en los túneles oscuros de los vientos vacíos. Puedo proliferar las letras como cántaros cerrados que fluyen eternamente en las cascadas escondidas de los bosques de acero. Me puedo inventar y soy feliz de hacerlo, como un murmullo paralizante, una terapia, un genocidio, una forma de verlos a todos sin ver a nadie y de verme sin ser vista por otros, me enredo con mis trenzas y vuelvo a empezar, quizás no bailo, quizás es cierto, quizás...
Empiezo recordándome a mí misma que las letras se escabullen de la mente y entonces hay que atraparlas, atarlas y unirlas en palabras para que jamás se pierdan, ni se mojen ni se estropeen. Entonces abro las pestañas e invento un blog para guardar esas palabras que son mías y se me escapan, para encerrarlas en un espacio y fijarlas para siempre  en la memoria de quien lea.Aunque sea en este instante las voy a pertencer, las voy a hacer mías como quien se apropia del canto o del viento, como quien huye para no encontrarse como quien llora... Y empiezo sin empezar, me tropiezo y así sigo, atornillada y envuelta en un lirio de papel